A pesar de la creencia común, los paneles solares no se «fabrican» en el sentido tradicional; más bien, se ensamblan. Los componentes clave, como las células fotovoltaicas, se producen por separado y luego se ensamblan para formar un panel completo. Las células de silicio, el corazón de cada panel, son elaboradas mediante un proceso químico complejo que requiere precisión. Una vez listas, estas células se agrupan y se encapsulan en módulos protegidos para que soporten condiciones ambientales adversas.
Este proceso de ensamblaje permite a distintos países participar en la cadena de valor de la energía solar. Por ejemplo, muchos países europeos y Estados Unidos ensamblan paneles con células importadas de Asia, especialmente de China. Este modelo de producción compartida ha sido clave para reducir costos y democratizar el acceso a la energía solar en todo el mundo.
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